La 17° edición del Gran Mercado Argentino tuvo su última jornada en La Rural. Clarín habló con los protagonistas.
Cerró otra edición de Caminos y Sabores en La Rural. Como otros años, el evento de comidas regionales tuvo muchos productores y artesanos que mostraron sus creaciones y también hubo música tradicional por el 9 de Julio «Día de la Independencia», degustaciones y un numeroso público entusiasta que disfrutó de probar los gustos de varias provincias argentinas.
La feria no solo acercó a los productores de distintos puntos del territorio argentino con un gran público de todo el país, sino que además genera espacio que proporciona ventajas a nivel visibilidad y negocio.
En Internet también se vivió el Gran Mercado Argentino. Luego de cuatro días, la propuesta recibió de 150.000 visualizaciones, sumados a los miles de usuarios de todo el país que pudieron seguir en detalle la feria por el streaming mediante caminosysabores.com.ar.
Un aceite mendocino premiado
Hubo premiaciones para varios productos. Entre los galardonados hay una aceite de oliva que se produce en Maipú, en Mendoza. Vanina Griffouliere ganó el mejor puesto en la categoría de aceite de oliva con su marca Moluá. «Es una empresa familiar que desde 2009 venimos creciendo año a año», comentó Vanina, que contó que es ingeniera agrónoma y que la pasión por los aceites nació en España, donde vivieron algunos años.
La superación detrás de la conserva
Santiago de la Cuesta es ciego. Es de Salta y tiene una historia de vida única, que puede ser un ejemplo para tiempos difíciles de cualquier persona. A los 19 años tuvo un desprendimiento de retina y perdió su capacidad visual. «Ahí empecé a tener muchos inconvenientes. No tenía trabajo. Nadie me quiso dar trabajo. Entonces dije ‘me lo voy a dar solo’. Justo me tocó ser ciego a los 20 años, cuando cualquier persona está recién arrancando su vida», comenta con total fortaleza. Entonces decidió dedicarse a la producción de conservas.
La historia arranca en la casa de Santiago. Allí empezó a hacer las primeras conservas para su familia. En un momento, sus parientes no le podían comprar más y ahí se le ocurrió fabricarlas en mayor volumen. «Cuando las mostré en góndola, me di cuenta que tenía en las manos un producto bueno porque mucha gente me decía que les encantaban. Así fue como arrancó toda esta aventura que hoy día sigue siendo una historia de superación».
Un vermú del Bolsón
Nazareno Claro trae a Buenos Aires el vermú Piuke desde los rincones del Bolsón en Río Negro. «Es un producto que representa nuestro terruño en una botella». Fue gráfico y se define como un «sibarita que le gusta comer y tomar». Siempre buscó un vermú que le gustó pero no lo encontré. Ese fue el puntapié para arrancar con los primeros trabajos que lo llevarían a lograr su vermú ideal. «Fueron cuatro años de investigación y trabajo para lograr un producto que se pueda servir en nuestra propia mesa», agrega Nazareno.
MG