El avistamiento de osos de anteojos u osos andinos en Chingaza sigue siendo un excelente indicador sobre el estado de conservación del parque y el buen trabajo que los guardabosques y locales han realizado parta mantenerlo alejado de la influencia humana.
Sin embargo, algunos espacios a los que suelen llegar visitantes llaman la atención del único miembro de la familia Ursidae en Colombia. Cuenta de ello, es el encuentro sorpresivo en el área de camping del parque con una familia de osos.
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Hasta la plataforma llegaron dos crías y su madre, atraídos por una serie de objetos que habían sido dejados fuera de la carpa.
Si bien no son animales peligrosos para el ser humano, la persona que grabó decidió mantener una distancia prudente para evitar asustar a la mamá oso que, por influencia de su instinto animal, se habría visto obligada a proteger a los oseznos.
Una decisión responsable que respeta los lineamientos que entidades como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (Uicn) se han encargado de promulgar a lo largo de los últimos años:
- No atacar, acorralar ni amenazar al animal: mantener siempre la calma.
- No hacer sonidos fuertes.
- Desplazarse con lentitud y apartarse, para que el animal continúe su camino.
- Evitar el contacto visual directo.
- Siempre reportar a las autoridades el avistamiento del animal.
Según la fotógrafa María Paula Lozano, el contacto con el oso andino o de anteojos es cada vez más raro y, a menudo, peligroso para la especie debido a la creciente deforestación y expansión de la frontera agrícola en Colombia. Con solo unos 8.000 ejemplares en el país, este animal enfrenta serios riesgos en su hábitat montañoso, a pesar de que su rol como especie sombrilla resulta crucial para el equilibrio de los páramos y bosques de niebla, ayudando a moldear estos ecosistemas y beneficiar a otras especies.
A principios de septiembre, Lozano se adentró en el sistema Chingaza con la esperanza de capturar una imagen de este majestuoso animal, que puede medir hasta 2 metros de largo y pesar 180 kilos al alcanzar la adultez. Aunque el día comenzó con un clima nublado y lluvioso, que parecía reducir las posibilidades de encontrar al oso, ella y su equipo mantuvieron su optimismo. “A medida que andábamos, la neblina se hacía cada vez más densa y no podíamos ver más allá de 5 metros. No voy a negar que con ese clima, la esperanza de encontrar al oso cae un poco”, relató Lozano, pero decidieron continuar su búsqueda con la esperanza de que el clima mejorara.
Y, efectivamente, al llegar a la laguna de Chingaza, el tiempo comenzó a dar un respiro: “La neblina se estaba yendo y el sol empezaba a brillar”. Sin embargo, cuando llegaron al mirador, aún no habían avistado al oso. El equipo siguió explorando, y en un último vistazo a la montaña, Lozano logró observar al animal entre los frailejones, descansando sobre una piedra. “La visibilidad era increíble. Justo antes de salir del parque, ¡allí estaba! En una montaña, a unos 150-200 metros, vimos al oso. ¡No se imaginan la emoción! Verlo otra vez justo antes de irnos”, expresó Lozano, quien fue testigo de un espectáculo inolvidable.
Durante unos 20 minutos, el oso caminó entre los frailejones, hasta que se sentó en una piedra para descansar. Para Lozano, este encuentro reafirma la importancia de la paciencia en la fotografía de naturaleza. “Estos momentos muestran que la persistencia vale la pena y más en la fotografía de naturaleza, donde no siempre se encuentran los animales que uno quiere, pero cuando lo logras, ¡la emoción es incomparable!”, concluyó, haciendo una analogía divertida al decir que, como un “entrenador Pokémon”, llena su “pokedex” con “pokemones legendarios”.