Spreen: el costo de una frivolidad

12/11/2024 16:46hs.

Un buen modo de dimensionar por qué el mensaje que dejó el efecto Spreen fue nocivo era transcribir exactamente lo que Manu Ginóbili expresaba hace tiempo en una entrevista: que su mejor educación fue a través del deporte, que le enseñó valores (esfuerzo, comportamiento, compromiso, frustración, perseverancia) que lo llevaron al Hall of Fame de la NBA.

Ese reportaje infructuosamente se buscó en las redes, aunque quedó tapado por tantísimos videos irrelevantes en ese universo de contenidos. Vaya paradoja: la importancia de la educación perdida entre otros miles de clips irrelevantes, repetidos. Como para justificar un presente peligroso. Y un precedente tanto o más erróneo.

Que un streamer haya tenido la posibilidad de saltar con la garrocha de la no-meritocracia a miles de chicos que desean jugar al menos un minuto en Primera fue frivolizar el Sueño del Pibe al que le cantó hasta Maradona. Todo por clics, por un poco de publicidad. Métricas exitosas, pues se habló y mucho del consabido flacucho sin tonicidad que no llegó a tocar una pelota antes de ser reemplazado. Pero, ¿a qué costo? ¿De burlarse de los que se esfuerzan? ¿Cómo le explicamos a una criatura de Infantiles que va al banco que el camino al éxito no tiene autopistas sino badenes? ¿Que se debe ir paso a paso, aprendiendo, y no por la vía rápida de un patrocinador? ¿Que el fin de tener interacciones no justifica los medios?

El deporte de alto rendimiento pero también el amateur es el último bastión del aprendizaje sobre el fracaso, tan poco tolerado por las generaciones que consumen a Spreen. Jóvenes que este lunes vieron que para llegar no hace falta esforzarse, ni entrenar, ni ser el mejor, como les tocó a Maradona, Messi o Ginóbili. Eso es más peligroso que el ridículo al que se expuso al fútbol argentino.

Spreen al dejar la cancha ante Vélez (Fotobaires).

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