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Quimeras experimentales en una elección para buzos tácticos

El cierre tumultuoso de candidaturas para las elecciones en la provincia de Buenos Aires del 7 de septiembre revela que estos comicios se harán en un estado de improvisación y de imprevisibilidad que no parecen estar a la altura de las consecuencias que tendrá para el destino de todas las fuerzas políticas.

Se trata del distrito con más votantes de la Argentina (37,04% del padrón nacional) y que en 2023 estuvo entre los cuatro donde el peronismo ganó en la categoría a presidente (Sergio Massa sacó 50,76% en su distrito).

Como le ocurre a la dirigencia política local – y la del resto del mundo – en esta ocasión la responsabilidad se enfrenta con quimeras experimentales, como si agitando la coctelera pudieran descubrir una pócima mágica que los redima de la desgracia.

Esta vez el peronismo se arriesga a la primera elección desacoplada del cronograma nacional desde 1990. El 5 de agosto de aquel año Antonio Cafiero, gobernador que buscaba reelegir, se desbarrancó en un referéndum que rechazó su propuesta y lo archivó políticamente.

El mismo peronismo que en 1987 y 1989 había demolido al radicalismo perdió contra una oposición tan desarticulada como la que enfrenta este año, por 67,28% a 32,72%. «En ese momento», recordó años después Cafiero, «el capitalismo más egoísta se mostraba triunfante en todo el mundo, el Estado estaba en retirada y lo más parecido a la justicia social que se pregonaba por los medios eran las cenas de caridad. Además, la dirigencia política estaba sumamente desprestigiada y el proyecto fue visto como un acuerdo de cúpulas. Todo esto fue explotado por la prensa de derecha, que advirtió que un triunfo del voto afirmativo podía significar un obstáculo en el proceso de ‘liquidación’ del Estado en el que muchos estaban empeñados».

Una prueba de la fragilidad esa falacia que repiten algunos de que estamos ante un cambio de época. El mismo amor, la misma lluvia, el mismo, el mismo loco afán… (Cadícamo, que no nos va a dejar mentir).

La novedad del desacople hunde estas elecciones de distrito, como en 1990, en la intimidad profunda de cada municipio de la provincia, un universo inaccesible para quienes lo ven desde afuera, que inútilmente intentan comprender una realidad que convierte a las elecciones en un mundo sólo accesible a buzos tácticos de la política.

La fragmentación del distrito llega hasta la división en ocho secciones electorales que encima no eligen todas lo mismo – algunas, senadores provinciales, otras, diputados, todas concejales y mandos aldeanos-.

Esto explica la decisión del triunvirato de Axel–Máximo-Massa en la última cumbre a solas, de que el sector Kicillof se ocupe de las artesanías de la elección provincial, mientras que Massa y Máximo asumirán la organización de las elecciones de octubre, aunque los tres sectores se ocuparon hasta las últimas horas del sábado de negociar la integración de su propia tropa en las listas.

Axel, el único que tiene caja

Que Kicillof se ocupe de las elecciones de septiembre obedece que es el único del triunvirato peronista que tiene caja, como gobernador, para pagar los gastos que tienen estos comicios.

Se hace, a diferencia de las elecciones nacionales, con lista sábana y quienes compitan tienen que contar con boletas para hacer propaganda casa por casa y para que no falten en las mesas.

Las elecciones de octubre, en cambio, se harán con boleta única en la que se tildarán las preferencias, una papeleta que imprimirá a su costa el gobierno nacional. Además del gasto que implica la impresión de boletas que pueden alimentar una geografía que tiene más del 13 millones de votantes en el padrón, los partidos tienen que contar con los medios para hacer publicidad focalizada en los respectivos distritos.

La fragmentación complica el proselitismo “de nicho” que necesita la publicidad de nombres conocidos en cada sección y municipio en que se reparte la provincia. Como resultado la campaña se hace más cara y, desde ya, facilita el aventurerismo de gurúes y asesores que harán su agosto prometiendo martingalas informáticas y algorítmicas para aumentar el impacto de sus estrategias.

Un intento de salvarse de la caída

La tradición de los comicios unificados permitió la creación de todo un sistema de poder ligado a la hegemonía de lo que fue el duhaldo-kirchnerismo de los últimos 35 años.

Ese sistema llevó al peronismo a gobernar la Argentina, pero tampoco pudo impedir la debacle de esa fuerza cuando el país terminó conducido por la familia Kirchner.

Hoy tiene la menor cantidad de gobernadores de todo el ciclo, perdió el control del Senado – y por extensión, de la justicia – y tiene a su jefa condenada en todas las instancias judiciales. Acaso la extravagancia de Axel Kicillof de desacoplar las fechas haya sido la primera reacción de un sector del peronismo para escapar a la centrifugadora que ha triturado a su partido.

La experiencia del PRO en CABA de desacoplar fechas obedeció al espanto que produce en los incautos la publicidad del gobierno, que asegura que la marca Milei es imbatible.

El resultado demostró que era puro humo porque su candidato y vocero – es imposible ignorar tamaña simbiosis– obtuvo el mismo porcentaje de votos que la fórmula presidencial de Milei en la primera vuelta y, medido ese resultado contra la totalidad del padrón, representó apenas el 15% de los votos: un cálculo obligado debido a la alta abstención al voto en esas elecciones.

La decisión de desacoplar por parte del gobernador tiene razonabilidad por su intención de sacarle la tobillera a la que ató Cristina de Kirchner a su partido.

Sacarse a Cristina de encima

Más allá de los afectos que lo unieron en lo personal a la expresidenta, Kicillof ha querido liberar el destino judicial de su gestión y de su partido de la mochila de las causas judiciales que la llevaron a Cristina al calabozo, y de las que le pueden empeorar su situación en los juicios que deberá enfrentar en el futuro.

Sacarse de encima esas cadenas lo hace, seguramente, pensando en que su sobrevivencia política debe apoyarse en los activos de su propia gestión, y liberarse de los pasivos de su jefa y de su partido. En esto Cristina ha actuado deliberadamente.

En lugar de adoptar la conducta de los normales con problemas judiciales y dar un paso al costado hasta que todo se aclare, Cristina adoptó la contraria: se subió al podio del partido, asumió la conducción a la que había rehuido siempre, confirmó a su hijo – también comprometido en causas judiciales de destino incierto – en la Jefatura del PJ de Buenos Aires y reclama que lo que le pasa es porque ella gobernó bien.

Boleta única, un búmeran

Cabe comparar las elecciones bonaerenses con las de octubre, porque Buenos Aires es el distrito con más votantes del país y dispara conductas que permean hacia otros distritos.

En octubre la boleta única, que imaginaron quienes eran opositores del peronismo, se vuelve en contra de quienes se oponen al gobierno de Javier Milei, que juega dentro del espectro del peronismo.

La boleta única es un sistema barato para quien quiera participar, con el solo requisito de juntar avales, algo que hoy se compra en el mercado electoral con facilidad. No hace falta hacer publicidad porque siguen vigentes auspicios por parte del Estado.

No hay que imprimir boletas propias porque las provee también el sistema oficial. Esta facilidad alimenta la tentación del oficialismo de promover la pulverización de sus opositores como ya hizo en CABA cuando promovió el entrismo de La Libertad Avanza en el PRO, cuyo electorado en las elecciones del 18 de mayo pasado podía elegir entre la lista del PRO del jorgemacrismo, el larretismo y los radicales.

El candidato Adorni se impuso por poco porque la fragmentación de sus adversarios que gobiernan CABA había pulverizado la oferta.

Un intento de despolarizar

La liga que anotó en la noche del sábado la alianza “Somos Buenos Aires” ha tratado de no repetir esa fragmentación.

Cuando se conozca en las próximas horas el detalle de las listas presentadas se sabrá del éxito o el fracaso de ese intento, al que apuesta una dirigencia nacional que ha tratado de construir el arco que significó Juntos por el Cambio como tercera fuerza, y a la que apuestan Juan Schiaretti, Miguel Pichetto (en diálogo público con Mauricio Macri), el radicalismo provincial (con lista corta, como en San Isidro o Mar del Plata) y la Coalición de Elisa Carrió, el socialismo y otras fuerzas (con lista completa).

El politólogo Aldo Isuani especuló con instinto sobre esa posibilidad en la nota “¿Tute cabrero en política?”, publicada en este diario esta semana. Con los términos de la polarización como la conocemos cabe preguntarse si es posible un centro que no se proponga por lo menos en su primer momento como una fuerza que también contribuya a polarizar.

Había una vez un Frepaso

La polarización, fenómeno global, tiene un motor inmanejable que es el imperio de la informática que tiende a organizar de manera binaria todos los fenómenos culturales.

Por eso Milei se come al PRO y Vox se come al PP. El FrePaSo polarizó con la UCR y el PJ a comienzos de la década de los años ‘90 con una consigna disruptiva como el rechazo a los indultos a los militares, y por eso pudo clavar una tercera fuerza que polarizaba con el PJ que había firmado los indultos y también con los radicales que habían promovido las leyes de punto final.

Renovaron el impulso con el rechazo del pacto de Olivos que les permitió dos buenas elecciones nacionales –convencionales en 1994 y presidenciales en 1995-.

En 1997 Meijide la tumbó a Chiche Duhalde en las legislativas de Buenos Aires y en 1999 se hacían del poder con la alianza con la UCR. Diciendo que el rumbo de un polo u otro es el correcto te chupa la centrifugadora hacia un lado o hacia el otro.

Cuando el PP endurece su derechismo, alimenta a Vox. Cuando Macri en lugar de erigirse en opositor, halaga a Milei, alimenta a LLA. En los dos casos, terminan beneficiados Pedro Sánchez y, por acá, el peronismo.

Lecciones del mayo porteño

El intento de “Somos Buenos Aires” saca lección de la experiencia porteña y comparte con el PRO de CABA el mismo impulso de recomposición de fuerzas desde la derrota de mayo.

Frente a las elecciones de octubre se mueven con dos alternativas complementarias. Mauricio Macri confía que el cierre de candidaturas del sábado en Buenos Aires deje abierta la posibilidad de algún acuerdo en CABA para octubre. Lo dice y se mueve como si lo creyera posible.

Las diferencias expresadas por dirigentes de la provincia de Buenos Aires para bajase del acuerdo con LLA se han hecho en nombre de un PRO que él ha dinamitado desde 2023, cuando empezó la campaña en la que comunicaba que Milei expresaba sus ideas mejor que sus socios de JXC.

Logró penetrar el gabinete de Milei con funcionarios y proyectos que salieron de su stud, pero Olivos le negó algo central en política que es el capital simbólico. Milei actuó como un político, principiante y rudimentario, pero político al fin (lo prueba su flexibilidad a la hora de comprar votos de gobernadores para su sobrevivencia).

Milei ha sido más vehemente que Larreta en su intento de jubilarlo. Macri responde desde su visión empresaria transaccional de la política, que entiende como una tarea gerencial. Para esa eventualidad Mauricio Macri ha intervenido la gestión del primo Jorge con todo lo que le queda de gravitación en la ciudad.

Ha exaltado a su operador Ezequiel Sabor como jefe de gabinete en la ciudad y potencia el espacio de Hernán Lombardi, a quien imagina como superministro del gabinete local desde diciembre. Eso implicaría que no asuma la banca de legislador.

Tampoco asumirían Silvia Lospennato ni Laura Alonso, para promover el ingreso a la cámara local de Waldo Wolf y Lautaro García Batallán. Estos movimientos potencian la gravitación de Daniel Angelici, el hombre del distrito en quién más confía Mauricio. Lo cree el mejor gerente de CABA y que las cosas irían mejor si se encargase de todo.

Jorge se conforma con 1/3

El primo Jorge, por su lado, intenta asegurar sus dos años de mandato hasta 2027 con los recursos que le quedan. Lo menos que querría es un acuerdo con LLA, que ya le mostrado el juego y lo cree sin retorno.

Como ex intendente del conurbano sabe que la garantía de sobrevivencia de un alcalde es asegurarse el control de 1/3 de la legislatura. Es la manera de evitar que sus adversarios reúnan los 2/3 para destituirlo.

Ya hay lazos tendidos para armar ese tercio sumando el bloque propio con el de Horacio Rodríguez Larreta y la Coalición Cívica.

Les ha costado caro a estos dirigentes haberse peleado y abandonar a un electorado que no ha entendido las razones de sus divisiones y que no se fue detrás de otras chances. El 18 de mayo se quedaron en sus casas.

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