En La Peña de Morfi, Luciano Pereyra protagonizó un momento cargado de emoción en su ida y vuelta con Lizy Tagliani. El cantante, que se caracteriza por su cercanía con el público, dejó ver su costado más íntimo al hablar de la crianza que recibió y de las enseñanzas que marcaron su camino.
“Con el paso del tiempo uno va acompañando el crecimiento de todos. Lo de mis padres es un capítulo muy lindo porque siempre me enseñaron a que los sueños se trabajan. Uno puede soñar con los ojos abiertos, pero sobre todo lo tiene que trabajar para eso”, comenzó diciendo.
Con nostalgia, relató cómo su papá trabajaba en una fábrica y levantaba su casa ladrillo por ladrillo, mientras su madre lo acompañaba con fuerza y paciencia.
“Mi viejo trabajaba en una fábrica, mi vieja lo esperaba ya con los cimientos hechos y mi viejo se ponía ladrillo por ladrillo. Con mi hermano veíamos eso, entonces fue un lindo ejemplo práctico, didáctico”, expresó muy conmovido el cantante.
Luciano también se detuvo en la figura de su mamá y no dudó en elogiarla: “Mi mamá es un tierno roble. Ella viene de la selva misionera, de Santo Pipó, donde no se demostraban tanto los sentimientos. Entonces, de repente hay una ternura extra de mi madre con sus nietos, con sus hijos, con la vida misma, y a mí me emociona mucho eso”.
El cantante explicó que sus padres fueron quienes lo impulsaron a no perder nunca la esencia lúdica de su vocación: “Con mi padre hacen un equipo donde me dieron las herramientas para que yo me dedique a lo que me gusta, para trabajar de lo que me gusta. Nunca dejé de jugar, nunca dejaron que esa parte lúdica de un chico se perdiera”, aseguró.
Y cerró con una frase que rápidamente se volvió viral: “Mi papá me dio la pasión, mi mamá la razón. Mi papá, la pasión por la música, mi mamá che, bueno, vamos a sentarnos, vamos a buscar un profesor. Por eso cuando yo canto, juego, me divierto”, dijo, generando aplausos en el piso y emoción en los televidentes.