Mi primer encuentro con el tango fue en el año 2000. Estaba estudiando música clásica en el Conservatorio de Florencia, y un amigo, de nombre Modestino Musico, tenía las partituras del quinteto de Astor Piazzolla. A partir de ese momento fue una viaje sin retorno: de pronto me apasioné por Pugliese y Troilo.
Yo vivía en Florencia, donde hay mucho tango por el tema del baile, así que aprendí el repertorio rápidamente. Allí vivía el guitarrista Agustin Luna y también conocí al cantante uruguayo Ricardo Olivera. Mi primer viaje fue a Uruguay, donde él me presentó a Julio Cobelli y Waldermar Metediera. Luego conocí a la gente de Amores Tangos y nos hicimos amigos.
En Berlín y París he trabajado con Ana Karina Rossi. Me invitaron a los festivales de Montevideo y en Medellín, donde toqué a dos pianos con la maestra Teresita Gómez y las voces de Carmen Usuga y Marcelo Tommasi. En esa ocasión encontré Sandra Luna y Martin Alvarado, con quienes hemos publicado material discográfico y seguimos colaborando. Como me muevo en el mundo del jazz y de la música clásica, el encuentro con el reconocido tenor Fabio Armilito fue la ocasión para vincular la ópera al tango a través de las figuras de Carlos Gardel y Tito Schipa. Participamos en las Cumbre de Melilla de 2018, donde también actué junto a Marcelo Boccanera. Por otro lado, mi trío de jazz junto a Gianmarco Scaglia y Paul Wertico (histórico baterista de Pat Metheny), ha llevado el tango fusionado a Chicago y a Europa. De estas experiencias nació mi CD Swango y en seguida Cruzando aguas, junto al violinista Fabián Bertero.
En 2019 el encuentro con Franco Luciani en el Festival de Granada puso la semilla para la colaboración que estamos presentando. Los dos sentimos el tango como un género que permite profunda libertad y tratamos de innovar con el máximo respeto. Tangos cruzados es una fotografía de una hermandad profunda entre Italia y Argentina. El disco fue grabado parte en Buenos Aires y otra parte en Vinci, cerca de Florencia. En la sesión porteña hemos tenido como invitado a un gran músico que comparte nuestra visión artística, que es Pablo Motta en el contrabajo. Proponemos música original al lado de nuestra versión de los clásicos y también Astor Piazzolla, y hacemos tributo a Atahualpa Yupanqui.
Creo es mágico como todo fluye sin fracturas estilísticas, así que cuando no presentamos música nueva, proponemos una nueva forma de interpretar. Yo valoro mucho las raíces italianas del tango, y cuanto más investigo, más estoy convencido de que lo que se ha generado en el Río de la Plata no es solo un género musical, sino la emanación de un momento histórico y social único. Como en New Orleans, en los mismos años en Buenos Aires y Montevideo, el canto de ausencia y nostalgias de nuestros emigrantes italianos se fusionó con guitarras españolas, instrumentos alemanes, violines judíos y tambores africanos. Mucha gente en Italia ve el tango como música ajena, pero no hay forma de negar el aporte que la ópera y la canzonetta napolitana dieron a los temas poéticos y musicales del tango. Por esa razón me he hecho cargo de difundir el tango en los conservatorios italianos, como ejemplo de nuestra música que vuelve enriquecida por el contacto con otras culturas.
Por la misma razón en Florencia, donde vivo, he creado una orquesta de jóvenes italianos que quieren acercarse al tango: Tango Young Orchestra. He encontrado el aporte de asociaciones como Pablo Tango y FaiTango. El tango es un género reconocido como patrimonio Unesco. Nosotros los músicos tenemos la tarea de difundir la nobleza y la importancia de ese género. El año pasado he tenido el privilegio de compartir con GD Tango la dirección artística del proyecto Tango Argentina, el cual ha llevado al género por una intensa gira en Estados Unidos, sumando otro testimonio del amor que esa música recibe a nivel mundial. No pienso parar, realmente no creo poder. La energía que te da el tango es imponente y hay que compartirla lo más posible.
*Pianista italiano del Paul Wertico Trío.