La Argentina se encuentra en el puesto número dos del ranking de países con mayor proporción de mujeres que dicen haber padecido violencia física o psicológica en los últimos doce meses, según un estudio realizado por WIN internacional y la consultora Voices!
La investigación, que se realizó en 39 países para conocer la opinión pública global sobre violencia, acoso sexual, igualdad de género y seguridad y que fue presentada este lunes en el contexto del Día Internacional para Eliminar la Violencia contra la Mujer, revela cifras que preocupan.
En el último año se observó una tendencia en ascenso en el país, con una cifra (44%) que creció siete puntos desde la última medición. Actualmente, el país se encuentra segundo y por debajo de Nigeria, donde la percepción de violencia de género alcanza al 74% de las personas consultadas.
Entre otros datos relevantes, el 20% de las mujeres encuestadas a nivel global señala haber padecido algún tipo de violencia en el último año, contra el 17% que lo señalaba en 2022 y el 16% en el 2021. En tanto, la franja de mujeres jóvenes (de 24 a 35 años) son las más afectadas.
“Desde que iniciamos hace cinco años a realizar de manera periódica este tipo de estudios, observamos efectivamente que la percepción sobre la violencia de género se viene incrementando de manera paulatina: en 2018 eran un 30% las mujeres que indicaban sufrir violencia física y psicológica contra 44% en la actualidad”, precisa a LA NACIÓN Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices! Y agrega: “Hay estudios recientes que demuestran que el aumento de la violencia podría estar siendo influenciada por el creciente estrés generalizado que vive nuestra sociedad, acompañado por el aumento de algunos tipos de consumos problemáticos”.
Por debajo de la Argentina se encuentran otros países de América Latina con porcentajes elevados que también superan el promedio global: Brasil y México, con 30% cada uno, y Chile con 25%. En tanto, en línea con la media global aparecen Paraguay con 18% y Perú con 16%.
Respecto a los resultados globales por segmentos etarios, las mujeres más jóvenes dicen ser las más afectadas por la violencia física y psicológica, con porcentajes que crecen a menor edad de las encuestadas: un 27% entre las de 18 a 24 años y un 23% entre las de 25 a 34 (vs. 15% entre las de 55 y 64 y 10% en las de 65 y más). En este sentido, en el país, un 55% de las jóvenes de 25 a 34 señaló haber padecido violencia en el último año.
Al mismo tiempo, en el mundo y en la Argentina, las más afectadas por acoso sexual son las más jóvenes: el 19% de las encuestadas a nivel global de entre 18 y 24 años así lo señala, versus el 10% del total. En el país, son las jóvenes de 25 a 34 las que lo declaran en mayor medida, con un 20% de menciones versus el 12% del total. En tanto, África es la región más afectada, donde el 28% afirma haber sido víctima; concretamente en Nigeria, donde el 47% afirma haber sufrido acoso sexual. Luego le sigue México (25%) y Brasil (20%) y, un poco más abajo, la Argentina con el 12%, una cifra cercana al promedio global.
“En el mundo se está observando un crecimiento del acoso sexual entre las mujeres jóvenes y la Argentina no es la excepción. Y si bien es un flagelo que se observa con mayor número de mujeres afectadas en la franja más joven, también lo sufren mujeres de todas las edades y niveles socioeconómicos y de todas las regiones del país; no es privativo de un segmento en forma exclusiva”, retoma Cilley.
Natalia Gherardi, directora Ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), advierte sobre “el desmantelamiento de muchas políticas públicas que estaban dirigidas a acompañar a las mujeres que buscaban ayuda frente a situaciones de violencia, lo que desincentiva la posibilidad de plantear una denuncia o representarse la idea de salir de una relación violenta, tal como hemos documentado en nuestras investigaciones”.
El 46% de las mujeres encuestadas a nivel global señala que no se siente segura o confiada cuando camina sola de noche por su barrio.
“Es interesante destacar que, si bien la inseguridad es un fenómeno que también afecta a hombres, lo hace en mucha menor medida: a nivel global un 26% de hombres no se siente seguro o confiado cuando camina solo de noche por su barrio, versus un 70% que sí lo hace, y un 4% que no lo sabe”, precisa Cilley.
De acuerdo a cada región varía la percepción. América es el continente con mayor porcentaje de mujeres que se sienten inseguras representando un 64% de los casos; en Europa un 45% respondió que percibe ese mismo temor. En tanto, América Latina es la región con el mayor porcentaje concentrado: los primeros siete puestos del ranking lo ocupan países como Chile (83%), México (81%) y Ecuador (75%); Brasil (71%), Argentina (69%) y Paraguay (65%); y algo más abajo Perú con 64%. Todos los países de América Latina están por sobre el promedio global.
En Europa, Italia (63%), Grecia (62%) e Irlanda (58%) registran el mayor porcentaje de mujeres manifestando sentirse inseguras, pero también en Francia (54%) y el Reino Unido (50%) la situación es preocupante.
En Asia Pacífico, Malasia (56%) y Corea del Sur (51%) son los países con los porcentajes más altos, mientras que en Vietnam y Filipinas el 9% y el 15% de las mujeres declaran sentirse inseguras respectivamente.
Por otro lado, sobre los resultados globales por segmentos etarios, el porcentaje de mujeres que señala no sentirse segura o confiada al caminar de noche sola por su barrio crece entre las más jóvenes (52% entre las de 18 a 24 años), mientras que disminuye a mayor edad (43% entre las de 55 y más).
Al igual que sucede a nivel global, en la Argentina el 74% de las jóvenes de 18 a 24 años señaló ese miedo.
Las distintas expertas consultadas coinciden en que las prácticas discursivas en las que se fomenta el odio, en especial cuando son discursos pronunciados por líderes políticos y amplificados a través de las redes sociales, pueden tener consecuencias directas en la sociedad.
Gherardi considera: “Si bien es pronto para sacar conclusiones sobre el crecimiento de la violencia hacia las mujeres, es posible que la proliferación de un discurso oficial que habilita la violencia en los intercambios públicos y que explícitamente desconoce el problema estructural de la violencia por razones de género, contribuya a un contexto en el que la violencia hacia las mujeres vuele a ser naturalizado”.
Por su parte, Cilley observa que los discursos de odio pueden estar influyendo en el aumento de un escenario de violencia, especialmente porque muchos están siendo promovidos por líderes políticos y empresarios: “Tanto en la Argentina como en el mundo, observamos que importantes líderes se expresan sin restricciones de manera muy violenta, muchas veces en discursos públicos y también a través de las redes sociales y eso trae consecuencias sociales evidentes. Si bien no creo que sea la razón central en la incidencia en el aumento de la violencia de género de este último año, seguramente que está contribuyendo de manera negativa”, detalla.
Desde el punto de vista del odio en el ecosistema digital y su consecuente impacto en la sociedad, Sandra Chaher, directora de la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad y miembro de Red PAR (Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista), afirma: “La narrativa con odio hacia las mujeres y los colectivos minoritarios está efectivamente en aumento y es muy probable que esté impactando en la violencia física. Teniendo en cuenta que es muy difícil de demostrar esta relación y casi nunca hay una prueba directa entre los discursos de odio (cargados de discriminación y estigmatizaciones) y la violencia física, podemos basarnos en lo que indican todos los reportes de Derechos Humanos, que aseguran que si bien no siempre que hay discursos de odio hay violencia física, cuando hay violencia física sí suele estar precedida por una situación de estigmatización discursiva”.
En la última audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la ONU, la Argentina fue el único país que votó de forma negativa para prevenir formas de violencia, en una resolución que busca “intensificar los esfuerzos para prevenir y eliminar todas las formas de violencia contra mujeres y niñas”.
“Con el voto negativo quedó en evidencia que el Estado nacional no tiene un plan nacional de acción contra la violencia de género y que no ha asignado presupuesto a las principales políticas públicas para abordarla, como son el Plan Acompañar y la línea de atención 144″, analiza la especialista de ELA.
Para Cilley, también es fundamental que se tomen medidas coordinadas desde la política pública para “extremar los cuidados para las mujeres y niñas”, para lo que se necesita “una respuesta multisectorial coherente; que además del dictado de leyes acordes exista una correcta aplicación de las mismas, que se sumen fuerzas de las ONG y de la educación tanto en escuelas, universidades y también en las empresas. Son muchos los actores de la sociedad que deben comprometerse para revertir esta problemática”.
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